Las hojas se mueven al compás del viento, chocan una con otra como amantes danzando en lo etéreo, miro fijamente y su cantar no cesa, su aleteo desesperante me deja ver que estoy invitada al baile, con gusto enfoco la mirada a aquellos árboles que gustan su exhibición. Poco a poco me incorporo de la cama para acercarme a la ventana y disfrutar el escenario en primera fila, conforme mis pasos avanzan a mi destino un nuevo aroma percibo en el aire, finas gotas comienzan a unirse a ésta espectacular obra, descienden libres y suaves como seda sobre las hojas, las que llegan al piso rebotan en él desencadenando una nueva forma de bailar con la esencia misma del erotismo que las hace ver como mariposas en temporada de primavera. No me conforma verlo desde mi ventana y decido bajar para sentirme hoja y así recibir la suavidad de las gotas deslizarse sobre mi piel, pero al llegar a ese lugar privado todo se detiene y como si no fuera digna de este banquete el Sol aparece para mostrarme la culminación de este acto, diversos colores se postran sobre mi cual clímax en este rito de amor natural.
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